jueves, 4 de agosto de 2016

Antaño, si no me traiciona la memoria, en algún lugar todos los ríos, anchos se entreabrían, así como bandadas de palomas bárbaras invadían mi corazón. Alguna tarde lloré al borde del sol y lo maldije ¡dejó de curarme!
Tantas cosas dejaron de curarme que pétreo muté en lápidas grabadas con la sal de mis lágrimas, me enterré en el aire sobre suaves féretros, ¡que suaves eran! y me dediqué necrosos epitafios con la sangre de heridas abiertas. Me figuré un muerto incurable, que todavía respira. Pude huir, ¡escapé! (aunque recaídas).
Vi la herencia nativa del desmonte, el infortunio de los desamparados, de los cerdos del mundo el gatillo fácil, los cadáveres de mil guerras. Supe del hartazgo insoportable que genera ser parte de la única especie sobre la Tierra que atenta contra si misma y hablé con Satán de experimentar la muerte antes de la muerte.
La miseria del progreso ha sepultado toda esperanza humana, ahora vienen por el festín de la cultura ¿Qué nos queda? ¡Oriente no es mejor!
Convoqué a los mártires para que su dieta sea su propia sangre, sudor y lágrimas. El derrame los ahogó, mientras yo me extinguía. Dios estuvo de mi lado; el diablo también. La desgracia fue mi oxigeno y una vez mas fecundé los flagelos para hacerlos arder en la hoguera de mis sueños.
Me abrigué con el barro, me alimenté con entrañas de león, me bañé en mares de gente y el invierno me entregó el llanto virgen del niño. ¿Qué nos queda? ¿Occidente? ¿Oriente? ¡Mierda, mierda, mierda!
El mundo es una cárcel, una fría jaula revestida de eléctrico dolor, de vomitiva codicia, de perfumada basura que comprime a feroces bestias rapaces y a dulces corderos imbricados, cómplices de no quitar el pecado de este lugar y proyectar la piedad a un dios que los coronó humanos.
“¡te mantendrás como un hiénido, serás un animal! Debes encajar en el mundo” susurra el demonio a mi oído mientras me envuelve con el sudario del averno.
Pero, cuando mi agonía era casi terminal, ¡una revelación!, de lo onírico broté:
¿Qué nos queda? ¡El amor! La filantropía hacia los míos, el altruismo. Como una luz en lo mas profundo de la cueva, contemplé el amor natural de mi madre, el amor inocente de mi hermano, el amor en recuerdos de mi padre muerto, el amor compañero de los amigos, el amor infinito hacia la mujer, el amor explotado de noches ebrias, el amor terapéutico de los mares, los ríos, las montañas, el cielo, etc.
¡Allí está la salvación! Es demasiado. Entonces, me queda el apetito de este sueño, la tarde cognoscible que alumbra estas líneas, el amor y mi humanidad de condenado.

1 comentario: