Tras una leyenda reiteradamente sideral
Mi anterior escepticismo me paraliza
En el silencio inconfesable
De zafiros transparentes pendiendo,
De una dramática coronación de lunas,
Cuando la tarde palidece
Y el día ya es recuerdo.
Se arrojan al remordimiento
Los chacales de la noche
Mientras la cruenta estirpe reza,
La oquedad de algún dios:
Confiésate ser doliente
Églogas en la bruma dicen
Sobre zapatos de cocodrilo.
¿El egoísmo de pertenecer me niega volar hacia lo
desconocido?
Extraño mi antiguo costado de alegría divina:
La ternura bestial de un instinto
En las horas de plata y sol
Junto a los mares,
Sobre mi humanidad la mujer que
Se devela como el origen de todo,
Y nuestra locura
Incendiándose en el aire picante.
Mi cabeza se ha vuelto
Un coctel inefable de
Deseos y realidades
¡Necesito nuevo aire!
¡No, no!
Del espectro cegador y cognoscible,
Recordé que mi deber no me fue absuelto
Ni lo será hasta que
El último sorbo de cielo
Me conceda el titulo de eremita,
Tímido y ferviente,
Que siempre reprimí
Como morador de lo más cercano a la verdad
Como un dios oculto,
Un filosofo hambriento o
Un poeta curioso.